Para que el carácter de un ser humano excepcional muestre sus verdaderas
cualidades, es necesario contar con la buena fortuna de poder observar sus
acciones a lo largo de los años. Si sus acciones están desprovistas de todo
egoísmo, si la idea que las dirige es una de generosidad sin ejemplo, si sus
acciones son aquellas que ciertamente no buscan en absoluto ninguna recompensa
más que aquella de dejar sus marcas visibles; sin riesgo de cometer ningún
error, estamos entonces frente a un personaje inolvidable.
Que tal amigas y amigos. He vuelto nuevamente para traerles una memorable pieza de animación, considerada uno de los mejores films de animación de todos los tiempos y el mejor cortometraje (obra inferior a 45 min) según los usuarios de IMDB; a parte de ser el único film de duración inferior a una hora en optar a la Palma de Oro
en el Festival de Cannes dentro de la sección oficial de largometrajes (FilmAffinity).
El hombre que plantaba árboles (L' homme qui plantait des arbres) es una historia del escritor francés Jean Giono (1895-1970), nacido en la Provenza, lugar en el que se desarrolla gran parte de su obra (como en esta animación). Giono participó de la 1º Guerra Mundial, además de haber estado afiliado a grupos de escritores y artistas revolucionarios, pero que luego dejó por desconfianza. Su obra demuestra un marcado pacifismo, además de un gran respeto por la naturaleza. Para Giono, la naturaleza es hermosa pero también cruel, destructora y
purificadora: el Hombre es parte de ella, pero ella no es el Hombre.
La historia conocida mundialmente fue llevada al celuloide por el artista y director canadiense de cortometrajes animados Frédéric Back, activista por la preservación y los derechos de los animales.
La historia consiste en el relato de un hombre (probablemente el propio Giono), que cuenta cómo de joven realizó "una larga travesía a pie en las regiones altas, absolutamente desconocidas para los turistas, en la vieja región de los Alpes que penetra hasta la Provenza". Por ese entonces, aquella era una zona dura y estéril, donde ya no había agua y no crecían árboles, lo que significa que el fuerte y constante viento erosionaba todo a su paso y auyentara a las personas, dejando sólo uno que otro aislado poblado de unas cuantas casas con algunos habitantes cegados por la amargura y el odio producto del duro lugar. Sin embargo, el viajero un día se encuentra con un pastor junto a su perro y su rebaño de ovejas, quién le convida agua de su cantimplora y lo invita a pasar la noche en su cabaña. Su nombre era Eleazar Bouffier, y cada día de su vida desde hace muchos años se dedicaba a recorrer aquella agreste zona plantando semillas, para así algún día trnaformar aquel lugar en un frondoso bosque.
La historia consiste en el relato de un hombre (probablemente el propio Giono), que cuenta cómo de joven realizó "una larga travesía a pie en las regiones altas, absolutamente desconocidas para los turistas, en la vieja región de los Alpes que penetra hasta la Provenza". Por ese entonces, aquella era una zona dura y estéril, donde ya no había agua y no crecían árboles, lo que significa que el fuerte y constante viento erosionaba todo a su paso y auyentara a las personas, dejando sólo uno que otro aislado poblado de unas cuantas casas con algunos habitantes cegados por la amargura y el odio producto del duro lugar. Sin embargo, el viajero un día se encuentra con un pastor junto a su perro y su rebaño de ovejas, quién le convida agua de su cantimplora y lo invita a pasar la noche en su cabaña. Su nombre era Eleazar Bouffier, y cada día de su vida desde hace muchos años se dedicaba a recorrer aquella agreste zona plantando semillas, para así algún día trnaformar aquel lugar en un frondoso bosque.
En fin, esta historia cae como anillo al dedo, principalmente en esta época absolutamente tecnologizada y de conectividad mundial, en donde para muchos es muy fácil indignarse, apoyar causas y querer cambiar el mundo cómodamente desde el computador en la casa, pero que tampoco significa salir a gritar a los cuatro vientos que se quieren cambios cuando no se ha empezado por cambiar uno mismo. Por eso, la descripción al comienzo del post, que corresponde al trabajo ritualístico de Eleazar Bouffier, me recuerda por una parte el concepto de generosidad en su máxima expresión -y absolutamente desprovisto de interés- del que habla Kant; y por otra, lo que le dice a su hijo el protagonista de Offret (El Sacrificio) de Tarkovsky al comienzo de la película: "Érase na vez, hace mucho tiempo, un monje vivía en un monasterio ortodoxo. Su nombre era Pamve, y una vez plantó un árbol ésteril en una ladera como esta. Después le dijo a su joven pupilo, un monje llamado Ioann Kolov, que debería regar el árbol cada día hasta que regresara a la vida. En fin, temprano cada mañana Ioann llenaba una cubeta con agua y salía. Él subía la montaña y regaba el árbol marchitado, y en la tarde cuando la oscuridad había caído regresaba al monasterio. Él hizo esto por 3 años. Y un día, el subió la montaña y vio que todo el árbol estaba cubierto de retoños! Digan lo que digan, un método, un sistema, tiene sus virtudes. Tu sabes, a veces me digo a mi mismo, si cada día, a exactamente la misma hora, uno fuera a realizar el mismo acto, como un ritual, sin cambio, sistematico, cada día al mismo tiempo, el mundo cambiaría. Si, algo cambiaría. Debería de hacerlo".
Con esto quiero decir para quienes aún no entienden el mensaje de la película, que para cambiar el mundo no hace falta que lo sepan los demás, como normalmente lo hacen las figuras de la televisión como por ejemplo la Teletón, en donde se ponen una mano en el corazón por una mísera vez al año y sólo frente a las cámaras (y ojo, que estoy criticando a quienes adquieren consciencia exclusivamente esos días, pero no a la institución en donde hay cientos de héroes anónimos que dedican si vida a la causa). O bien, a la juventud que quiere cambios e igualdad en una variedad de ámbitos (educación, economía, diversidad sexual, ambiente, etc,), pero que inconscientemente en su vida personal faltan a los mismos ideales por los que luchan. Por eso el ejemplo de Bouffier, que puede ser representado en la realidad por una simple donación, ayuda o participación personal frente a alguna institución o gente necesitada vale un millón de veces más que todos los rostros de la TV consiguiendo la misericordia de la gente, o a cientos grupos de jovenes politizados buscando cambios. He dicho.
Ficha Técnica
Título original: L'homme qui plantait des arbres (The Man Who Planted Trees)
Año: 1987
País: Canadá
Director: Frédéric Back
Basado en la obra de: Jean Giono
Weboficial: http://www.fredericback.com/cineaste/filmographie/lhomme-qui-plantait-des-arbres/index.en.shtml
Premios:
1987: Oscar: Mejor cortometraje de animación
1987: Cannes: Nominado a la Palma de Oro
1987: Annecy: Gran Premio
1987: Annecy: Gran Premio
Género: Animación. Drama | Amistad. Naturaleza. Mediometraje
Formato: AVI
Peso: 762 mb
Caps
On-line (francés subtitulado en español neutro)
Parte 1
Parte 2
Y por último un cortometraje animado que de alguna forma tiene algo que ver con el post
Enlaces Hotfile
hermoso!! adoré las ilustraciones (además de la historia, claro está)
ResponderBorrarMe alegro que te haya gustado. Saludos ;)
BorrarEsta me encantó infinitamente...si encontraras más así súbelas o por último me pasas el link^^ que sin link no llego ni a la esquina jajaja
ResponderBorrarAhora que reviso tu blog, me da como risa que nos conociéramos, yo antes pensaba que esto lo escribía un caballero jejeje :P Conce es tan miniatura, parece una maqueta.
jajajajaja "un caballero".
BorrarSipo si realmente es chico xD